Aún sin título

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Desde el pasado sábado 29.11.2014 el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia MACZUL muestra el más reciente trabajo del artista plástico Armando Ruiz, en la sala 1 lateral, bajo la curaduría y museografía de Jimmy Yanez.

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La violencia: realidad y obra en proceso

No matarás, dice el mandamiento que muchos humanos ignoran y que hoy Armando Ruiz explora en su muestra Aun sin título. El tema de la sangre derramada centra su obra reciente. Su mapa del país revela un cuerpo sangrante y fragmentado por la violencia. Pero, antes que la violencia estalle, hay conductas humanas que la generan progresivamente. Ruiz las escribe en jabón o en carne: desprecio, atropello, desidia, abuso, odio, resentimiento.

El arte puede nacer también de un miedo: miedo a una insuficiencia o a un exceso en lo real. Arte es mediación, una forma que acerca a lo sensible pero que también pone distancia y hace pensar; una virtud que equilibra, un acto de creación que consuela. Mucha forma artística nace del sufrimiento del mundo. Y hasta podemos decir ‘ese bien, que es el mal en el arte’, pues el arte sabe sacar bienes de males. Ciertas formas artísticas logran revelar, más sensiblemente, el mal-estar del mundo. Ruiz transfigura ese malestar en objeto artístico, y también en conciencia.

Dice el autor colombiano Juan Manuel Echavarría: “Se puede hablar del horror a través de la belleza. Permite a la gente meditar. Quizás la imagen los atrape, quizá los aleje. Es como reflejar el fenómeno de la ostra: de la enfermedad brota la perla”.

Al llamar su muestra Aun sin título, Armando Ruiz parece querer decirnos que la sangre derramada por la violencia es, tanto en la realidad como en el arte, una obra en proceso.

María Elena Ramos.

Noviembre 2014.

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LO QUE ARMANDO NO PUEDE NOMBRAR…

Armando y desarmando materias y objetos en su paso a crear otra cosa, queda una metamorfosis hiriente que acontece en un cuerpo-país y un país-cuerpo: la carne se convierte en picadillo, la sangre se trasforma en tinta de impresión, la inocente plastilina tricolor de bandera se mezcla y se moldea para dar formas y color del excremento, el mandamiento escrito con sangre congelada de No matarás se derrite, ante nuestros ojos, dejando sola una mancha.

El cuerpo se convierte en la metáfora esencial del acontecimiento de un país despellejado y desmembrado, sangriento, que hiere más y duele aún más profundamente al no poderse nombrar con palabras. Lo que no puede nombrarse es lo que más duele  y solo queda mostrarse en representación de imágenes. Siempre queda en espera la impresión posible del espectador que, como el propio artista, quede sin palabras al observar las imágenes impresas con sangre sobre una silla de ruedas, fotografías grabadas con sangre sobre resortes de desvaídos colchones de camilla de hospital, como si viviésemos una enfermedad o la espera de la muerte. Aún sin título configura los acontecimientos sangrientos fijados en la memoria del dolor, como una representación aún sin nombre ni título, enfrentando con arte la violencia impune de  quienes quieren lavar las muertes y las heridas con jabón de palabras.

Víctor Fuenmayor

Noviembre 2014.

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Armando Ruiz: el cuerpo, el texto, el dolor

La obra de Armando Ruiz se destaca como una de las propuestas de mayor interés en los enlaces posibles  del arte venezolano con el problema de los quiebres de la  realidad. Se coloca en las fisuras generadas por la  violencia y los abusos del poder, siempre desde una perspectiva que atañe a la corporalidad –al objeto desde el cuerpo.  Lo considero un excelente ejemplo del paso del Realismo Social al Realismo Conceptual en el país, donde los artistas abordan la representación como discurso y no como tema de figuración, con francas libertades expresivas, nuevos recursos y, sobre todo, con una estimable capacidad de trazar nuevos relatos y escrituras de lo social.

Su reconocida participación en el Salón Jóvenes con FIA 2012 legitimó esa construcción narrativa desde el cuerpo a través del objeto: una serie de armas blancas y objetos punzo cortantes en metal y tejido (huesos filosos, cabellos), exhibidos la manera de demostración arqueológica de elementos encontrados, casi científica, en contraposición con la ferocidad expresionista de la talla.  La brutal  presencia de esta instalación demostró la solidez de las estrategias conceptuales y plásticas del artista,  que se refuerza considerablemente con la exposición Aún sin título en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia.  La muestra podría ser entendida como un complejo texto del horizonte emocional que ha embargado al venezolano a partir de los escenarios represivos, atropellos y arbitrariedades por parte de los cuerpos policiales del gobierno frente a las protestas estudiantiles. Armando levanta su voz  mediante la redefinición del imaginario colectivo: “Sin poderme alejar de esta realidad que en muchos casos me abruma por la incapacidad de poder hacer algo contundente para cambiarla he decidido manifestar mis inquietudes a través del vehículo del arte, no alejándome de lo que he venido haciendo desde mi trabajo visual”, señala en la declaración de principios de la exposición que articula sus  memorias de la sangre.

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Las obras exhibidas manifiestan la nitidez de su discurso: en  la serie Sin País imprime y deconstruye el dolor de la miseria sobre libros de tela. Mapas de Venezuela, banderas, armas y frases cortas nos desarman ante la violencia.  Realiza primero un registro fotográfico de los indigentes que a medianamente sobreviven en las calles.  Luego imprime la imagen en sangre humana sobre la tela. La idea en la exposición es ampliar el soporte y llevarlo a sucios colchones en desuso con las mismas impresiones, que remiten a una realidad igualmente manchada y desgastada. Te derrites es un video fiero y conciso sobre el tema de la muerte sin justicia.  Con sangre congelada escribe el mandamiento no matarás que poco a poco se va derritiendo hasta desaparecer, desvaneciendo su significado hasta convertirse en un charco sobre la tela.  Otro video –Plastilina tricolor–,  se inicia con tres bloques de plastilina, cada uno de ellos con un color de la bandera. A medida que las manos juegan con el material, lo amasan y golpean, los colores se mezclan produciendo un marrón-excremento que lleva a pensar en cómo al venezolano corriente se le ha destrazado la identidad. Con jabones de colores realizados con textos incrustados y textos que son jabones confecciona una especie de juego scrable o quizás un crucigrama social donde se contrapone la posible limpieza que podría proporcionar el material, con un entramado de sentimientos que determinan la condición actual del venezolano (ira, abusos, descontrol, miedo, burlas, desidia o desprecio).  Con letras de carne molida, cocinada y dispuesta para ser comida, acopla de nuevo textos que recomponen nuestra cartografía de las relaciones interpersonales, sometidas al maltrato, la desconfianza, la división el odio y el rencor.  El proyecto incluye también las 17 bolsas de sangre utilizadas en el proceso, ordenando así una especie de inventario técnico  del dolor derramado. En diálogo abierto con la Lección de Historiografía  de Ara Koshiro (una pieza capital para acceder a la fragmentación y destrucción del territorio simbólico en Venezuela), Armando Ruiz coloca sobre una camilla otro mapa de fragmentos hechos con cuero de vaca teñido con sangre, a la manera de un rompecabezas cuyas piezas no alcanzarán jamás a encajar entre sí, formando un cuerpo doliente y desengranado.

La muestra es un ambicioso texto habitado por el dolor. Me gusta pensar en Aún sin título como un duro y complejo poema, hecho con  frases contundentes y certeras que arman y desarman los modos de existir en la sociedad contemporánea.

María Luz Cárdenas